Entrecruce latinoamericano: un evento social de arte considerado “atemporal”
El martes 25 de Marzo en un contexto cultural que ocupa la locación en la avenida comercial Alonso de Córdova se realizó una nueva Inauguración de la emprendedora social de artes plásticas, la mecenas del siglo veintiuno chileno, Isabel Aninat. Esta fue la primera exposición montada en un nuevo espacio blanco, de arquitectura mediterránea minimalista y a la moda ubicado específicamente en Espoz 3100.La exposición contaba con la obra de una serie de artistas latinoamericanos, extrañamente ningún chileno, pues como la misma señora Isabel Aninat pronunció en su llamado discurso de agradecimiento “no hay ningún artista chileno porque fueron generosos”; generosos en el sentido que dejaron libre aquel espacio para un “entrecruce latinoamericano” que se realizó sin la presencia de nuestro propio país, Chile. Aquello deja mucho que desear, pues considerar un entrecruce artístico que acarrea una historia cultural de suma importancia de los distintos países latinoamericanos y no incluir la importancia artística de nuestra propia cultura, es sin duda, una aberración. Sobretodo si se considera todo el espacio en blanco en el cual se podrían haber clavado una gran cantidad de cuadros chilenos para completar un verdadero entrecruzamiento. Seguramente la señora Aninat no consideró aquello por dos motivos: El primero, es que actualmente eso de los espacios en blanco es considerado positivamente como estilo y clase, mientras exista más espacios en blanco entonces es minimalista y se encuentra, de esa manera, más dentro de los parámetros de la moda. El segundo, es que no sólo se pretendía la vanagloria de los artistas presentes como tal, sino que también había otro tema presente en el tapete, pues había que hacer notar el diseño, los cuadros y la decoración misma de la galería; lo cual era muchas veces desconcertante, pues no se sabía si las obras eran parte de la exposición o eran los objetos de valor de la señora Aninat.
La Inauguración comenzaba a las 19:30, hora en que escaso público se hacía notar, pues la gente que se considera a sí misma como importante siempre, siempre llega tarde. Se contaba con una serie de auspiciadores: Chrysler, radio Play FM, Viña Undurraga, revista Caras, etcétera. Además de eso, un voluptuoso coctail que más que permitir una cercanía con la obra de arte como arte, produjo la lejanía de la mayoría de los individuos que consideraron el evento como un evento social más y que se veían esmerados en compartir su comadrería y posar para fotos de revistas de importancia. Sin duda, el arte pasó a un segundo plano o, peor, a un tercero. Cabría la reflexión en momentos como estos, pues el arte necesita de gente como Isabel Aninat, de altos recursos e influencias para darse a conocer, pero ¿está realmente dándose a conocer?
El genial artista uruguayo José Gurvich, que contaba con una gama de obras dispersas en los variados pisos de la galería, tendrá conciencia que su arduo trabajo como artista fue utilizado en pos de una reunión social, de un evento en el cual el desfile de joyas y ropas de diseño de su público tomó un papel principal y que su obra quedó relegada meramente a la esquina en la que estuvo siempre dispuesta.
No hubo ningún hincapié en las obras mismas, nadie que hablara de ellas, ningún tipo de información sobre los artistas. Ni siquiera en el mismo discurso de la inauguración se hizo referencia a las obras allí montadas. Aninat se encargó de agradecer a sus familares, igual de famosos que ella y de decir “ qué tanto glamour tiene el arte si somos vendedores ambulantes” como si ella no supiera nada de “glamour”, sólo había que verle la vestimenta y las poses con que se sacaba fotos. El alcalde de la comuna de Vitacura , Raúl Torrealba que se dedicó a vanagloriar el apoyo que entrega su alcaldía al arte y a publicitarse con ese vasto recurso, además de apoyar también a Isabel con un slogan que podría formar parte de una campaña política: “este es un lugar de mercado para los vendedores ambulantes que son los artistas” . Por otro lado, y como excepción a la regla, estuvo el preparado y poco escuchado discurso de un artista participante de la exposición y en ese momento presente, el señor Fernando de Szyslo que muy adecuadamente citó a Octavio Paz : “Tenemos que ser contemporáneos de todos los hombres” cita que calificaba perfecto a la exposición de un arte contemporáneo, pero que acarrea generaciones y generaciones de cultura y que no es un arte atemporal como lo quiso llamar la señora Aninat en una descripción de la exposición publicada en internet (http://revista.escaner.cl/node/687) , porque el arte es y se encuentra dentro de un contexto, de una historia, que guarda importancia. El arte que se hace hoy día tiene una carga histórica, no se puede realizar una obra de arte sin conocer el arte originario, ni menos el camino que ha recorrido el arte hasta el día de hoy, porque sería partir de cero. Habría que darle a la señora Aninat el ensayo de T.S Eliot “Tradición y talento individual” para que lo mire, a ver si le sirve. No se puede tomar diferentes culturas y pretender eliminar su historia, como tampoco se puede usar como excusa al arte para un evento social, para un malón de la aristocracia “snobista” chilena, ni menos pretender que no hay un tipo de contradicción en todo aquello.
Javiera Hidalgo
domingo, 30 de marzo de 2008
jueves, 13 de marzo de 2008
Descripción
Ese Columpio
Científicamente se podría decir que un columpio es un objeto material compuesto de una base, que en este caso es de madera; dos triángulos separados por una distancia de trece metros y una vara que horizontalmente cruza por los vértices superiores de los triángulos. Luego, de la vara, caen dos cadenas separadas aproximadamente por una distancia de un metro que concluyen en una tabla que sirve de asiento. Ahora bien, ese columpio, sólo ése, escapaba de todo concepto común que pueda tener una comunidad de lo que es un columpio. Ese columpio tenía dos pirámides semejantes a las que los egipcios una vez construyeron, tenía eslabones que podían llegar al cielo y más allá. También si se miraba desde otro lugar podían ser las carpas que utilizaban los indios. Dependía desde dónde se le mirara, pero a veces era una puerta que daba al lugar que uno más quería llegar. Lamentablemente era muy difícil alcanzar la vara alta que unía estas dos dimensiones, pero cuando se es gigante nada es muy difícil. Las cadenas algunas veces eran los collares de la reina, otras, eran las ataduras de los presos, dependía del juego. La parte más importante y única de ese columpio se llevaba acabo a la hora de columpiarse porque el columpio es mucho mejor que el mar y menos peligroso. Con los ojos cerrados surgía el miedo y el columpio dominaba la situación, simplemente había que dejarse llevar. Ese columpio era como el mar, cuando todos creían que iba de atrás hacia delante y de adelante hacia atrás, si se cerraban los ojos, no iba sólo hacia atrás ni hacia adelante, pues como la ola se ladeaba y lo que muchos pensaban que era lineal, jamás lo fue, ni tampoco lo será, pues nunca fue, ni será, sino que es. Ese columpio a la hora de columpiarse sólo era, sólo estaba, sólo habitaba el mundo en ese momento para luego cambiar y devenir en otro juego, un juego de azar donde nada nunca es seguro.
Científicamente se podría decir que un columpio es un objeto material compuesto de una base, que en este caso es de madera; dos triángulos separados por una distancia de trece metros y una vara que horizontalmente cruza por los vértices superiores de los triángulos. Luego, de la vara, caen dos cadenas separadas aproximadamente por una distancia de un metro que concluyen en una tabla que sirve de asiento. Ahora bien, ese columpio, sólo ése, escapaba de todo concepto común que pueda tener una comunidad de lo que es un columpio. Ese columpio tenía dos pirámides semejantes a las que los egipcios una vez construyeron, tenía eslabones que podían llegar al cielo y más allá. También si se miraba desde otro lugar podían ser las carpas que utilizaban los indios. Dependía desde dónde se le mirara, pero a veces era una puerta que daba al lugar que uno más quería llegar. Lamentablemente era muy difícil alcanzar la vara alta que unía estas dos dimensiones, pero cuando se es gigante nada es muy difícil. Las cadenas algunas veces eran los collares de la reina, otras, eran las ataduras de los presos, dependía del juego. La parte más importante y única de ese columpio se llevaba acabo a la hora de columpiarse porque el columpio es mucho mejor que el mar y menos peligroso. Con los ojos cerrados surgía el miedo y el columpio dominaba la situación, simplemente había que dejarse llevar. Ese columpio era como el mar, cuando todos creían que iba de atrás hacia delante y de adelante hacia atrás, si se cerraban los ojos, no iba sólo hacia atrás ni hacia adelante, pues como la ola se ladeaba y lo que muchos pensaban que era lineal, jamás lo fue, ni tampoco lo será, pues nunca fue, ni será, sino que es. Ese columpio a la hora de columpiarse sólo era, sólo estaba, sólo habitaba el mundo en ese momento para luego cambiar y devenir en otro juego, un juego de azar donde nada nunca es seguro.
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