domingo, 1 de junio de 2008

Crítica de Cine


“Salo o los 120 días de sodoma y gomorra”, una metáfora de la realidad

Basada en la obra del Marqués de Sade y apropiándose de citas de grandes autores como Baudelaire, Saló es, sin duda, una de las películas más crudas y literales de todos los tiempos. Ahora bien, ¿es censurable? La respuesta es claramente una negativa, pues la película es una analogía de la realidad y de la crueldad sufrida bajo el imperio nazi- fascista en la Italia de la segunda guerra. Además que, se quiera o no, la sodomía existe, y muy pocas veces es tratada con la delicadeza y el arte como aquí se presenta. Estamos en frente de una película de carácter simbólico, poesía convertida en imagen real, por decirlo de una manera, al igual que en el poema, en el cine se representa la imagen mental con gentes de la realidad que se prestan como las palabras para formar parte del poema. Un receptor poco crítico puede quedarse con las imágenes, emitir un juicio moral y si desea se puede parar de las butacas del cine e irse a su casa, cerrar los ojos y dormir tranquilo (aunque puede ser que tenga alguna pesadilla del sufrimiento que le haya causado el mirar la realidad , por haber tenido un momento los ojos abiertos, para volverlos a cerrar, esos son los que suelen tener siempre pesadillas) . Pero un pequeño grupo de personas, además de gozar con las imágenes, tiene una gama de posibilidades de descubrir que hay en ellas y detrás de ellas. Saló es una analogía de las torturas, de todo tipo de torturas, no sólo sexuales. La crueldad sexual es homologable al poder, la institución, la misma Biblia –regularis-, el estado, en fin, todo lo que significa que un grupo privilegiado o con poderes practiquen su autoridad contra un grupo grande de gente llamada sociedad –o un grupo pequeño como en el caso de Saló- . Se imponen sus reglas, eliminando la libertad, eso es lo que representa la mansión donde el presidente, que puede ser el presidente del país, hace a los niños comer caca por placer sexual, como a nosotros nos dan Mac Donalds por placer económico. Saló es un pequeño ejemplo de lo grande. Nosotros el día de hoy vivimos de la misma manera que esos jóvenes y no nos damos cuenta, nos encontramos en una posición aún peor. Preferiría mil veces vivir en esa mansión que aguantar la realidad que es lo mismo, pero en mayor escala y con un mayor grado de ceguedad. A nosotros no nos queman los pezones, ni nos obligan a mear a la gente, pero nos obligan a ser algo que no queremos, nos obligan a mear a la gente sin tener que literalmente lanzarles nuestro pipí. Los jóvenes de la mansión nos superan, sólo porque no existía una convención del pequeño mundo sexual que fundaron el presidente y sus magistrados. Nosotros estamos más acabados porque las heces en que flotamos tienen una historia y una cierta formalidad moral que las hace aceptables a la vista gruesa de la sociedad. No comemos caca, ni nos penetran el ano contra nuestra voluntad. El panorama es más terrible aún, pues el hecho de que el juego de la realidades - mundiales, regionales, provinciales, hasta llegar a nuestros propios hogares en la enumeración- sean convencionalmente aceptados no los hace mejores, sino peores para los que se dan cuenta, para los que abren los ojos. El filme es terrible no por su literalidad sexual, sino por su trasfondo. La literalidad es mucho más linda que la idea que hay detrás de todo aquello. De hecho, hay una imagen muy bella al final de la película, cuando dos niños que no han sido castigados y que tienen la esperanza de volver a Saló, se ponen a bailar y uno le pregunta al otro por su novia. Lo que quiere decir, que el haber acatado toda aquella perversidad les entrega una cierta tranquilidad, la tranquilidad de las gentes que nunca pelearon por lo que sentían, que no se quemaron por el amor, ni por la justicia y que ciegamente aceptaron y aceptan en la pasividad y dejan que los violen consintiendo el mundo que otros inventaron, las leyes de otros, las convenciones tan antiguas –que en Saló por ser tan nuevas son para nosotros chocantes- pero que al final es lo mismo. Si se hubiese hecho ley la comunidad sexual de aquel presidente, la sodomía sería pan de todos los días, así como el pan es ahora el pan.

1 comentario:

carolita dijo...

Javiera;

veo que adelantaste una entrega, me parece bien. Es una crítica cruda, como debe ser la película aunque no la he visto, y deja la sensación de que el mundo no puede ser de otra manera que como es.

Puntaje: 1,0