domingo, 25 de mayo de 2008

Crítica literaria

Pessoa, el poeta que nunca existió

"Creé entonces una cotterie inexistente. Fijé todo aquello en moldes de las realidad. Gradué las influencias, conocí las amistades, oí, dentro de mí, las desuniones y las diferencias de criterio, y en todo esto me parece que fui yo, creador de todo lo que menos hubo ahí. Parece que todo sucedió independientemente de mí”

Fernado Pessoa (Carta a Adolfo Cassais Monteiro)

Precisamente Fernando Pessoa es un poeta que no existió dentro de sí, sólo en un afuera, en un pensamiento ajeno. Acotación grave claramente, significa la muerte o el asesinato de mi parte al poeta. Nada de eso, sino un asesinato o suicidio a voluntad evidentemente no carnal, sino de espíritu. Para clarificar más esta terrible afirmación que se asemeja a la de apretar el gatillo dedicaré un poco de tiempo a clarificar el asunto. Para comenzar, entonces, se me hace preciso hacer referencia a sus heterónimos: Alberto Caeiro, el ingenuo y puro naturalista; Ricardo Reis, el obsesionado estético, clasisista y grecolatino; Álvaro de Campos, el voluptuoso y descarnado maquinista de la tecnología, ferviente whitmaniano; Antonio Mora, filósofo que postula el retorno de los dioses paganos y Fernando Pessoa, un romántico que simplemente es uno más dentro de ésta saga de poetas a quienes se les atribuye un solo autor: Fernando Pessoa.
La verdad es que la vida de Pessoa como funcionario público y redactor de cartas es sumamente aburrida y poco interesante. Se podría decir que existió porque si se recurre al registro civil probablemente se demuestre que fue un portugués que nació en tal año y murió en otro. Pero claramente es un hombre que a voluntad propia decidió su no existencia y la repartió en una saga de poetas: “Hoy ya no tengo personalidad: cuanto hay en mí de humano lo he repartido entre los autores varios de cuya obra he sido el ejecutor. Soy hoy el punto de reunión de una pequeña humanidad sólo mía”.
En cada uno de los heterónimos de Pessoa se puede vislumbrar un planteamiento filosófico y cada uno es distinto de otro. Por lo mismo, se puede ver las rencillas literarias y discusiones de unos con otros. Cada uno de ellos realmente existió y el que se desligó de sí, fue el propio Pessoa. Así que el que exista un heterónimo llamado Fernando Pessoa significa que él sólo le puso su nombre a otro hombre que se apoderó de su ser. Pessoa no existe, es sólo un heterónimo más de la saga. Lo que diferencia a Pessoa de un dramaturgo es que él no está jugando con personajes que de alguna manera fingen. La problemática mayor está en que él toma su vida y la pone en jaque, él se abandona a sí mismo a la muerte, flagela y fragmenta su propio ser, es decir, le entrega todo a los poetas y su vida como persona se vacía. Sus varios “yoes” son de papel como afirma Roland Barthes. Se desalma como si fuera un ejercicio alquímico o científico homologándolo a lo material, entonces, toma su alma: la reparte, le da más a Caeiro, menos a Reis, pero más cerebro y racionalidad, a Campos le entrega prácticamente todas sus sensaciones. De hecho, hay una novela de Antonio Tabucchi que se llama “Los últimos tres días de Fernando Pessoa” en que Pessoa se encuentra con todos sus heterónimos y le reprocha a Campos el haberle negado sentir.
Es un acierto, de alguna forma, y un tema de reflexión el afirmar que la entrega vital que el artista plasma en su obra provoca que el sí de su persona se vea irremediablemente puesto en jaque.
Me condené escribiendo a que todos dudarán de mi existencia real, (días de mi escritura, solar del extranjero). Todos los que sirvieron y los que fueron servidos digo que pasarán porque escribí y hacerlo significa trabajar con la muerte codo a codo, robarle unos cuantos secretos. (Enrique Lihn “porque escribí)

1 comentario:

carolita dijo...

Javiera;

buena crítica, interesante y con información y opiniones.

Puntaje: 1,0